Hola María. No sé si te acordaras de mí, hace mucho tiempo que no tenemos noticias. Hagamos una prueba de tu memoria: Me hiciste vagar por las calles sin rumbo, sin objetivo. Me sugeriste comprar adornos bonitos y colgarlos bajo el techo de mi cuarto. Te reías a boca llena cuando desplegaba el itinerario de tareas –te recuerdo que era muy aplicada -y me decías que tenía miedo a mí misma, a volar… poco más tarde aprendí a reírme contigo.   

Por si todavía no me localizas, te lo pondré facilito: Trata de recordar aquella tarde en la que esperaba a mi “sufrido marido” que vendría a recogerme en la avenida donde está el triunfo. Yo estaba allí plantada ante la soledad de mil figuras sin rostro, en aquella inmensidad abierta y sin contornos ¡qué sola y pequeña me sentía! Mi angustia y desamparo, me llevaron  abrir la puerta de un taxi que había estacionado en mi misma acera.

– ¿A dónde vamos?, me preguntó el conductor – Perdone – le respondí  – no voy a ningún sitio, estoy esperando a mi marido que vendrá a recogerme, ponga en marcha el taxímetro le pagaré como si me desplazara.  Farfullé otras palabras para justificar que tengo pánico y ansiedad, que las calles se ensanchan dejándome estrecha y angustiada y, mientras, torpemente yo decía estas cosas, pensaba que aquel hombre estaría oyendo el toc toc de mi corazón que me avisaba -¡huye, ponte a salvo!  Y allí estaba yo, haciendo el ridículo en aquel pequeño habitáculo que el asombrado taxista me ofrecía.                                                                                                                                                                       – No se preocupe, me dijo el taxista, no es la primera vez que me pasa, los taxistas, vemos de todo a lo largo del día y de la noche ¡si yo le contara!

– ¡no me cuente por favor! – gritaba mi silencio – ¡yo sólo oigo el llanto de una niña ridícula y asustada! Y entonces, pude ver el coche de mi marido que se acercaba.  

– Me imagino que ustedes por su profesión ven y oyen muchas cosas, perdóneme, ya viene mi marido. – ¿Qué le debo?

– La verdad señora, aunque los taxistas vemos y oímos muchas cosas, – entre usted y yo, lo que le pasa es muy raro, no lo comprendo.  – ya, ya- le dije- llevo varios años tratando este problema, la razón no llega a todos los rincones, ¡qué me va usted a contar! El Taxímetro marcaba 6 euros y aunque insistí, no quiso cobrarme. Le di las gracias encarecidamente, con una íntima vergüenza y un furtivo deseo de no volver a encontrarme con aquel buen señor testigo de mis secretas debilidades.

María, no te lo vas a creer, pero esta historia la he contado algunas veces a mis amigos y a otras personas que saben de lo mío, y se parten de risa. Compartir estos secretos, me ayudan a disminuir “la carga de la prueba” y a reírme con ellos de mí misma. Supongo que esto de asumir mis debilidades y compartirlas, tú lo valorarás como un impagable avance.  

Creo que ya debes saber quién soy, comprobé que tu memoria emocional cubría los huecos de otras memorias.  Gracias, por enseñarme a comprender y aceptar, sin entenderlo todo; por explicarme todo lo que la ansiedad me tenía que enseñar y a distinguir la buena de la mala; no he olvidado la definición de “valiente” que me hiciste leer en uno de tus test de inteligencia: “Persona de valor que actúa por el bien de sí mismo o de otros, aunque tenga miedo”.

Gracias, por tu persistencia ante mis desánimos, por tu exigencia en la práctica de vuestras difíciles técnicas psicológicas: relajación, respiración, exposición… -ya ves que me acuerdo- y por hacer más realista mi pesimismo con la llamada terapia cognitiva – qué difícil María. Gracias por ayudarme a vivir el presente, persiguiendo tu objetivo y el mío de andar sola por las calles, pararme frente a los escaparates, y abandonarme para escuchar el ruido exterior mientras trato de hacerme con mis propios ruidos. Madrid es un lugar tan grande… que a veces me rio sola, entre tanta gente, imaginando cuántos de los que me cruzo irán protegidos por el miedo. Gracias María, ya no tengo miedo a volar, pero tengo que decirte que vuelo bajito.

Madrid a 12 de Marzo de 2.011

Un fuerte abrazo.

Comentar